CUENTO CONFUSIÓN

En la vida se comenten muchos errores administrativos, médicos, ejecutivos, queriendo y sin querer. Unos ganan para que otros pierdan. Anna se encontraba en la puerta de los juzgados principales de Madrid en la Plaza Castilla, estaba junto con su madre acompañando a su tía. La tía Isabel de Galicia que ya hacía más de diez años que se había instalado con su familia en Madrid. Estaban también sus primas, desde temprana hora, habían detenido al hijo de su tía por un delito cometido con unos amigos delincuentes juveniles. La tía y las primas estaban muy asustadas esperando las noticias de la abogada que entraba y salía del edifico para traer noticias de cómo se sucedían las cosas dentro.

Anna era responsable con sus atenciones y obligaciones y se sintió en el deber de acompañar a sus familiares, una época muy eclesiástica para su joven edad diecinueve años, se creía en la obligación de ayudar a todos los necesitados, visitar a los enfermos, salvar deudas económicas de otros, acompañar a los ancianos y responsabilizarse con quien tenía un problema, cual salvadora del mundo. Le pidió a su madre que la acompañara a ella, ya que la tía estaba sola. Pasaron allí casi el día entero desde la mañana a la tarde, las seis de la tarde más o menos, cuando se acercaron un par de hombres y dirigiéndose a Anna le pidieron la documentación. Tras comprobar sus datos decidieron que debían llevársela detenida.

Hay comenzó una pesadilla que duraría veinticuatro terribles horas, más doce meses, mas muchos años de secuelas; los dos hombres vestían ropa de calle y el coche en el que se llevaron a Anna era un turismo, la tía y la madre de Anna salieron corriendo detrás del coche, las primas se quedarían gritando y llorando y sobre todo la madre de Anna sin aliento en el cuerpo, las piernas se le doblaron al ver como se llevaban a su hija sin que ella pudiera evitarlo.  

19:00 horas. Mientras Anna en el coche de los policías encubiertos de ciudadanos, tenía la lengua dormida, la sangre helada dejo de correr por sus venas, cuando estos empezaron a decirla sus derechos y que estaba detenida por un robo con intimidación, que al parecer ella había cometido con un grupo de mujeres en una tienda de barrio y que ella era la cabecilla del grupo. Ella lloraba asustada ante las ofensivas frases de uno de los policías. – ¡demasiado bien sabes tú porque te detenemos!; seguro que no sabes nada verdad. ¡Eso se lo vas a decir al juez! Anna lloraba, temblaba solo decía esto es un error, se han equivocado otro de los policías la dio más confianza. – no te preocupes si es un error todo se solucionará, ahora hablaras con el comisario y te vas a tu casa. 

20:00 horas el coche se introdujo por el garaje de un edificio y condujeron a Anna hasta una antesala que dividía varias celdas. Mas asustada todavía comenzó a llorar y a gritar muy fuerte, – ¡no, por favor no me dejen aquí!, trató de buscar la complicidad del policía que le había dado más confianza, pero la dejaron a cargo de otros tres policías que estaban allí y estos que la detuvieron se fueron casi sin mirarla. – ¡esto es un error yo no he hecho nada!, se han equivocado. Gritaba esto a los tres policías que ahora la acompañaban vestidos con sus uniformes. Dos hombres y una mujer, la miraban muy serios con cara de lastima el más mayor viejito y regordete, la mujer joven y delgada la pidió a Anna que la acompañara a un cuarto. Allí la hizo desvestirse. Y la reconoció todo el cuerpo por fuera y casi por dentro. A la confusión de todo lo que estaba ocurriendo en la mente de Anna se agregó la vergüenza y humillación a la que estaba siendo sometida, empezó a marearse a darle náuseas y la pesadilla empezó a hacerse cada vez más real como si fuese una masa invisible que se hacía visible y que atrapaba tangándosela entera.  22:00 horas Anna se encontraba dentro de una celda con doble puerta cerrada con barrotes, de color gris todo con una especie de camastro, el policía mayor y regordete la trajo un colchón y una manta que al aparecer eran nuevos para que ella los estrenara, tratando de hacer más cómoda la estancia de Anna en la celda. Pero ella no quería ni sentarse en aquella improvisada cama, era finales de septiembre y no llevaba chaqueta, solo un jersey y pronto empezaría a tener frio. Permanecía de pie junto a la puerta mirando por una ventanilla que daba al pasillo y llorando sin parar, no podía dejar de temblar, de llorar de gritar que la sacaran de allí. A partir de ese día comenzó a sentir claustrofobia y ya no podría permanecer en ningún lugar con puertas o ventanas cerradas, ni en espacios, como ascensores o lugares cerrados. 24:00 horas tras las cuatro horas de llanto sin parar el policía mayor y regordete se acercó a la celda, – por favor, joven tranquilízate si todo es un error mañana cuando hables con el juez te irás a tu casa, te voy a abrir una de las puertas para que te sientas mejor, y tomate esta manzanilla para calmarte un poco. – gracias, usted me cree ¿verdad?, yo no hecho nada ¿usted tiene hijas? ¿Qué pasaría si a su hija la acusan de algo que no ha hecho y la detienen?,- tranquila que todo se arreglara mañana. Anna se tomó la manzanilla y se sentó en el suelo. Pero no lograba descansar pareciera que el corazón se le instaló en las sienes y lo escuchaba latir, lo sentía moverse. No entendía nada todo era muy confuso así que en medio de otro ataque de pánico comenzó de nuevo a gritar, ¡sáquenme de aquí! ¡Yo no he hecho nada! Esto es un error. ¡Sáquenme de aquí! 



03:00 a.m. Tan fuertes eran los gritos que dos nuevos policías, esta vez más jóvenes hablaban con el mas mayor acerca de llevarla al hospital… a Anna le estaba dando un ataque de ansiedad y pánico que no dejaba de llorar y gritar. – Cálmate vamos a sacarte de aquí, y te llevaremos al médico para que te de algo y te calmes. La trasladaron hasta un coche policial de los que tienen las lunas tintadas y una especie de mampara entre el asiento delantero y el trasero. Al salir a la superficie por el garaje pasaron por la puerta de la comisaria, allí de lejos ella pudo ver a su familia y se puso aun peor muy cerca del coche de policía estaba su hermano, – ¡¡¡Jhon, Jhon!!! – comenzó a gritar, pero su hermano, ni su familia podían verla ni escucharla – si no te callas te pongo las esposas, – la grito uno de los policías desde delante. 



Todo pasaba muy lentamente, una cámara lenta un dolor, un pánico, derrota, decepción, miedo, miedo y, sobre todo. CONFUSIÓN. Se había apoderado de Anna, de sus padres, de su hermano del resto de la familia y amigos que estaban allí, toda la madrugada en la puerta de esa comisaría del barrio de Tetuán en Madrid. No se entiende nada ¿qué ha pasado? ¿Dónde estamos? ¿Por qué pasa esto?…



03:45 no sabemos desde que clínica privada, antes de entrar a Anna la ponen las esposas no deja de llorar y de gritar, eso es portarse mal así que entra esposada. Ella no es delincuente, jamás ha cometido ningún delito, nunca ha estado en una comisaria ni ella, ni nadie de su familia, su ambiente es de exigencia de conducta intachable, de educación estricta, y de mucho amor  y protección, para para sus nuevos amigos los policías ella es una delincuente de un barrio que roba con navaja en mano, y el nuevo personaje de la siguiente escena, el medico de turno, nunca mejor dicho ya que estaba cubriendo el turno de la noche, al tener un mal día, o una mala noche,  sobre todo una mala leche, ni quiso reconocerla, la trato de drogadicta y se negó a darla ningún calmante. 



Anna estaba con tratamiento de calmantes para los nervios y para dormir, no olvidemos que hace dos años paso por una depresión y que el psiquiatra la puso un fortísimo tratamiento, para tratar el dolor de su alma y sus nervios en la noche. Es verdad, ella nunca lo tomó, no quiso medicarse, pero lo que estaba ocurriendo eran fuerzas mayores y si necesitaba un calmante.



Casi las 05:00 de la madrugada de nuevo en la comisaria en su celda, con el policía gordito y más mayor de edad, se tranquilizó, porque este le dejo la puerta abierta de la celda a cambio de que se tranquilizara y se callara, el hombre la hablo con cariño. En la puerta su madre la había traído un abrigo de visón, que obviamente la policía no recibió, si lo hicieron de una cazadora tipo plumas de su padre, con esta chaqueta ella se abrigó y se consoló esperando que llegara el día. 



07:00 de la mañana la recibe el segundo comisario es joven pero no tanto, tendrá 40 años, Anna le recuerda con un jersey de rayas blancas y negras, tipo las camisetas que diseñó Coco- Chanell y con un bigotito fino como un francés, eso le pareció Anna. Este hombre le aclaró, parte de la confusión, al parecer una mujer la había denunciado, en el momento de su detención la mujer había acudido a los juzgados a reconocer a otra detenida, a la que la mujer también acuso de robo con intimidación, y además agregó que la cabecilla del grupo y la que la agredió y amenazo navaja en mano estaba en la puerta – ¿está usted segura? La interrogaron los policías. – ¡totalmente!; y allí estaba Anna, la supuesta cabecilla del grupo.



-Jamás he estado en Tetuán, trabajo en una asociación enseñando alfabetización a mujeres sin recursos que no saben leer ni escribir, escribo en la revista 8 de marzo de la Dirección General de la Mujer, por las tardes voy a una iglesia evangélica porque soy cristiana y estoy en el coro, ¿Por qué iba a robar yo en una mercería? ¡Si mis padres tienen una tienda mercería! – este fue el testimonio de Anna al comisario francés. – Si, no me cuadra nada tu perfil con el de la acusación. Pero estas denunciada, tu, y no puedo hacer nada esperaremos a que llegue mi jefe a las 09:00 ahora veras a tu abogada. Anna, no sabía que tuviera abogada, pero sus padres y su jefe influyente donde los haya, había resuelto que ella tendría defensa, entró Raquel joven, guapa, y muy arreglada con moño y traje, chaqueta de falda, de cuadritos tipo Chanell. -No puede ser, una más. Pensó Anna y echo un vistazo a la sala, pensando si la misma Coco Chanell estaría por allí para recomendar indumentarias al todo el personal, se avergonzó de su aspecto le habían quitado los cordones de los zapatos y llevaba la chaqueta rellena de plumas de su padre que la quedaba casi de abrigo, estaba demacrada de tanto llorar. Raquel le dio confianza y la consoló. – Es muy difícil demostrar que eres inocente, más que si fueses culpable, pero lo vamos a intentar y hacer todo lo posible por que salgas de aquí. Tras la charla con la abogada elegante la devolvieron a la celda.



11:00 a.m. en un intento de buena voluntad el jefe de la comisaría, ordena que suban a Anna a su despacho, entra el sol por unas grandes ventanas, y les permite a Anna y a sus padres estar allí sentados en unos sillones y charlar con él, esto lo hace porque según él, nunca que hayan detenido a nadie en su comisaria habrían llamado tantas personalidades exigiendo la libertad de nadie como en el caso de Anna, el defensor del pueblo, una diputada con cargos sobre igualdad, la directora general de la Mujer… – si me detienen a mí, no llaman tanta gente como han llamado interesados por Anna, dijo aquel hombre medio calvo, bajito bonachón muy parecido a Dani de Vito pero responsable y fiel a su trabajo. –Lo siento mucho, y les creo, que todo esto es una confusión, pero mi deber es pasarlo a orden judicial. – dijo De Vito. Anna nunca había visto llorar a su padre de esa manera, no dejaba de abrazarla y se sentía impotente en una situación donde nada podía hacer para ayudarla y salvarla de esa pesadilla.



A las 13:00 trasladaron a Anna a los juzgados de la plaza castilla, al llegar allí un nuevo reconociendo la ficharon, ella pidió que la pusieran sola en una celda y así fue. Fuera del edificio estaba toda su familia, escuchaba los gritos de personas que la buscaban desde fuera, allí paso como tres o cuatro horas, la trajeron una comida con pinta repugnante que ni miro. Y vio pasar las horas con desesperación, una hora, otra y otra más… La mente empezó a jugarle malas pasadas, se veía cada vez en una situación más oscura y pensó que la trasladarían a una cárcel de mujeres y pensó también que si se golpeaba la cabeza con suficiente fuerza contra una especia de cama metálica que había allí, quizás se moriría y la muerte sería un mejor destino que la cárcel. La mente te juega muy malas pasadas y la locura de oigo voces, todos la hemos vivido, aunque solo unos pocos se atreven a decirlo, pero no olvidemos que este relato es CONFUSIÓN, y aquí todo vale. 



Las 15:00 p.m. la subieron a un despacho de la jueza que llevó el caso, nada tenían que ver los pasillos de madera alfombrados con las celdas frías, inhóspitas y mal olientes del sótano donde había pasado las últimas horas. La acompañaron su abogada y su jefe un hombre de negocios con fuerza e influencia que no dejo de apoyar y acompañar a sus padres en todo este diabólico pasaje. Fue este hombre quien movió todos los hilos de las llamadas en la comisaría y quien la colgó una chaqueta en las manos esposadas, para que sus padres no vieran los grilletes en sus muñecas, mientras era trasladada de un lugar a otro por los pasillos de este horrible edificio. A la jueza no le cuadró del todo la situación. Un robo con intimidación con el perfil de Anna así que a las 18:00 horas ordenó su libertad condicional.



Tuvo que presentarse durante casi ocho meses primero cada quince días y luego cada mes a firmar, poco a poco fue perdiendo el miedo a los pasillos y al edificio y porque cada mes sus padres le compraban un traje para ir a firmar con su abogada elegante y hacer juego con ella, para el verano pidieron una nueva rueda de reconocimiento, pero no llegaron hacerla la jueza declaro a Anna inocente y tras una supuesta investigación que imaginaron que la abrían efectuado, terminó la confusión. Terminó la confusión, pero se quedó el miedo a la policía, por años, a las personas que se quedaran mirándola fijamente, a los espacios cerrados y oscuros. Y aumento algo inevitable y horroroso que acompaña a la confusión, la autocompasión. El apoyo incondicional de su jefe un hombre influyente y poderoso que apoyo a Anna y a sus padres en este y otros sucesos de la vida. 

Y el amor una vez mas de su padre que durante días no se separo de ella ni un solo momento abrazándola y quedándose durmiendo en sus brazos para sentir la protección y curar el dolor causado.

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